Cinco años viviendo en Catalunya me han enseñado infinidad de cosas, por las cuales estoy inmensamente agradecida con esta tierra, y aunque extraño la mía y su singularidad, Catalunya es mágica, sus rincones medievales, son lo que más me gusta de ella.
El Rupit me enamoro desde el primer momento en que fui a verlo, y de ahí no he parado de ir cada año un par de veces, y es que no me cansa recorrer sus pequeñas calles y ver lo hermoso del lugar, y a pesar que hay muchos pueblos medievales en esta zona, ninguno me asombraba tanto como este, hasta que he conocido a Beget, más pequeño y adorable que el Rupit, un lugar que esta poco poblado y que tiene una arquitectura y distribución que te hace pensar en un cuento.
Es llegar a Beget pisar su primera calle, e introducirse en un sueño, que puede terminar pronto, porque se recorre fácilmente.
Todo lo medieval me atrae, y este pueblo en especial ha tenido la magia de transportarme y hacerme pensar en la vida hace más de 200 años, siempre me pregunto como habría sido nacer en un lugar como estos en la antigüedad.
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