Enamorada de la obra de un Catalán llamado Antoni Gaudí; desde el primer momento en que oí hablar de el y vi una de sus obras, he quedado admirada por la imaginación y el buen sentido del gusto que tenía este hombre, aunque han pasado muchas décadas después de la construcción de muchas de sus obras, ellas no desentonan, es más parecen más actuales que cualquier edificación, siendo esto una de las cosas que más me sorprenden.
En esta ocasión estoy en el Parc Güel y aunque ya lo conocía; ya que en mi época de maestría solía ir con amigos a pasearnos por ahí, es un lugar que no deja de sorprenderme y que por más que vaya, no me canso de admirar. Siempre me pregunto que pasaría por la Cabeza de Gaudí y del señor Güell, que llegaron a construir una amistad que quedo perpetuada en esta obra.
Se dice que han realizado diversos análisis e interpretaciones de la iconografía utilizada por Gaudí en sus obras, pero es un hecho que nunca sabremos en realidad lo que muchas significan, lo que realmente representaban en la cabeza del artista, así que nos toca conformarnos con la interpretación que le han dado, o incluso para los más osados para la interpretación propia.
Las vistas que te ofrece el Parc Güel de la ciudad de Barcelona es tan grandiosa, que yo solo entiendo el porque el señor Güell se imaginaba gente viviendo ahí, y más aun en un lugar, que no esta lejos de ser un paraíso natural, como un sueño a medida.
Hay infinidad de cosas que podríamos admirar de la obra de Gaudí, pero realmente de mis cosas preferidas es el trencadis por el cual se le reconoce, por que comenzó a utilizar trozos de cerámicas de desecho, razón por la cual se lleva una vez más mi admiración este hombre; por coger elementos de reciclaje e introducirlos a una construcción que es irremplazable e invaluable,
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