El 2018 prometio ser un buen año y no me ha decepcionado. El 2019 será un año fantástico, solo comenzarlo en colombia para mí es alucinante, después de tantos años compartir el jolgorio, y bullicio de mi país por esta época me emociona.
Este fin de año lo recibo en Neiva, en el departamento del Huila, un lugar de pueblos pequeños, donde hay tanto por comer, que me pienso empachar probándolo todo.
Hace mucho había tenido la oportunidad de conocer, un par de pueblos del Huila, Pitalito y San Agustín, en este último hay un parque arqueológico con figuras talladas en piedras, como las de la Isla de Pascua, representaciones de animales y humanos que realizarón los antepasados indígenas de esta zona, anteriormente era peligroso viajar ahí, y yo deje de viajar, por diversas circunstancias que pasaban en aquella época. Pero siempre he guardado la esperanza de volver.
Así que imaginaos lo feliz que soy de comenzar mi año por estas tierras, con unos fantásticos anfitriones que me han enseñado los misterios de sus pueblos, sus historias y costumbres.
El inicio de año fue exactamente en el desierto de la Tatacoa, es en orden la segunda zona árida de Colombia en extensión, la primera la conocí hace 10 años y es la zona desértica de la Guajira.
Tiene una extensión de 330 metros cuadrados, tiene dos colores muy característicos, color ocre y gris. Sus colores son producto de los minerales que hay en la tierra.
Aunque realmente esta zona árida no es un desierto, nos lo hace pensar, esta zona árida esta catalogada como un bosque seco tropical.
Tiene una linda vegetación, de la cual a mi me encanto el cactus cabeza de indio, porque fuera de su forma y flores, da un pequeño fruto que puede servir para hidratarte, y aquel fruto es de un color rosa precioso.
Comenzar el año en este lugar tan bello de mi tierra ha sido el recuerdo de que este año será perfecto.
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